Comenzamos el encuentro con la presencia de dos invitadas de lujo: Romina Pizzorno (ayudante del curso de ingreso en el turno tarde) y Victoria Sastre (adscripta en la cátedra de Metodología 1), que vinieron a presentarnos un fanzine que editan, junto con otros colaboradores. Es un proyecto que surgió entre gente del JVG y se llama Didáctica de la fantasía.
[Un fanzine es una publicación de bajo costo de impresión y que puede ser distribuída masivamente, fuera del mercado editorial.]
El título de la publicación es un homenaje a Gianni Rodari, un autor italiano que trabajó con propuestas de escritura para el aula, en su libro Gramática de la fantasía.
Este fanzine está dirigido a docentes, con el objetivo de ayudar a realizar una sistematización de la práctica cotidiana, ya que “la didáctica está en el aula”, (Vicky).
Consta de cuatro secciones:
1. Consignas, de escritura lúdica o creativa, para realizar en la clase.
2. Escrituras, en donde se presentan trabajos de alumnos, pertenecientes a tanto a ámbitos de educación formal como no formal.
3. Lecturas, que consisten en material teórico preparado por especialistas.
4. Artes combinadas, donde se presentan distinto tipo de imágenes (dibujos, fotos, etcétera) en relación con consignas de trabajo.
Al respecto, Gaby comenta la importancia de que el buen trabajo que se realiza en el aula se transmita, ya que el trabajo docente suele ser muy solitario y “no hay proyecto que no sea colectivo”.
Luego, comenzamos a trabajar con el cuento de Silvina Ocampo, “Ana Valerga”, a partir de las preguntas: ¿qué resuena en este texto?, ¿qué llama la atención?
Surgen distintos comentarios:
Se trata de educación no formal, es lo que se necesita en ciertos sectores.
Propone que el fin justifica los medios.
Juega con distintos puntos de vista: el de los funcionarios que clausuran la clase, el de Ana Valerga, el de los chicos, el de los padres. No todos son coincidentes.
El método de Ana V. no es tan autoritario como parece, los chicos mezclan la fantasía y la realidad.
La obediencia es un medio para lograr el objetivo de enseñar.
Aprovechó un recurso y lo desarrolló.
Gaby expone la idea de que el narrador proporciona datos ambiguos, no nos deja las cosas claras, nos hace dudar todo el tiempo. También propone que se analice el cuento desde el texto mismo, evitando los juicios morales sobre el personaje.
Propone la siguiente pregunta: ¿el método es positivo?
La mayoría acuerda en que sí lo es. Y una voz comenta que “cuando un método diferente al convencional funciona, es un peligro, rompe con lo instituido”.
Silvina Ocampo
Lo interesante de este texto, nos dice Gaby, es como está trabajado, como muestra lo que ocurre con lo hegemónico, con la mirada de las autoridades, con las relaciones de poder. El texto no dice, sino que sugiere, propone, deja pensando.
Desde esta reflexión surgen las dos lecturas posibles que pueden hacerse de la frase final, “no parecían muertos como antes”. ¿Quiénes? ¿Los chicos o los próceres?
Sobre este particular, alguien comenta que “el texto juega con la duda, enriquece la lectura”.
Y Gaby enriquece nuestros puntos de vista comentando como Silvina Ocampo trabaja siempre el deslizamiento entre lo fantástico y lo real (¿es este un cuento fantástico, o no?), todo queda en sobreentendidos.
A las 19.30, bajamos al corte de calle que están realizando los alumnos del JVG a raíz de la mudanza del edificio, y seguimos allí la clase.
Comenzamos a leer “Felicidad clandestina”, de Clarice Lispector, y comenzamos el análisis desde el título mismo: ¿qué significa pensar la literatura como una felicidad clandestina?
Significa que es algo íntimo.
Algo que no se quiere compartir.
No es una lectura institucionalizada.
Es privada, algo que se lleva a casa.
Nadie te dice lo que tenés que interpretar, no hay nada que regule.
Por eso toda lectura es potencialmente clandestina, subversiva, incita a la libertad, nos dice Gaby.
Clarice Lispector
Sobre esto, alguien comenta que es “el placer que para esa lectora representa el libro, lo que es difícil conseguir, el deseo”. Con el deseo volvemos al primer encuentro (todo está conectado…) y Gaby presenta el texto de Petit, que plantea las diferencias entre las lecturas diurnas y nocturnas en una comunidad rural.
De día, se lee en grupo y se eligen temas utilitarios. De noche, se realiza una lectura solitaria, en un contacto más íntimo y menos reglado con los textos. El peligro de esta lectura es que permite diferenciarse de los otros, y allí radica “el peligro”.
La lectura individual promueve el cuestionamiento de las instituciones, de los grupos de pertenencia.
Luego de una interesante discusión (que fue muy larga para relatar aquí), nos fuimos al ya tardío
RECREO
Volvimos y leímos el texto de Pezzoni sobre el lector como crítico. Entre las docentes y el grupo se llega a la conclusión de que ninguna lectura es igual a otra. Cada experiencia, cada nuevo texto aporta nuevas ideas y, aunque leamos un libro dos veces, la nueva lectura no será igual a la anterior.
Surge la idea del lector en pugna con el texto y el lector como productor de sentido. Para producir, hay que pelearse con el sentido, no solo encontrarlo.
Finalmente, pasamos al texto de Fontanarrosa, “Poncio, el profeta”, que la mayoría, por suerte, había leído antes de la clase (era bastante largo como para leerlo entre todos).
Poncio y el faucetorio (según la pluma de nuestro dibujante amigo, Daniel Zilberberg)
Gaby explica como lo que produce el humor es la negación de la figura del escritor. Las notas al pie comienzan siendo de lo más "respetuosas" y, sobre el final, terminan demoliendo al autor del relato de Poncio: el lector, como crítico, no puede evitar decir lo que piensa.
Lo que ocurre en las citas, ocurre en el texto: el dios es mentiroso y el erudito, también.
Llegamos a la conclusión de que el humor también es clandestino.
Como regalo, en el cierre leemos “Kafka y la muñeca”, de Paul Auster, y nos emocionamos mucho todos (que manera de leer en este encuentro…).