lunes, 16 de febrero de 2009


Año 194… una mujer abre la puerta, entra, abre la canilla y deja el agua correr para llenar la bañera.
Se saca la pollera, desabrocha el corpiño y extiende la mano para probar si el agua está tibia. Se quema, abre la canilla de agua fría. Termina de desvestirse.
El piso está frío y ella descalza. Tira su ropa en el cesto de mimbre, cruje.
Sale.
Vuelve a entrar, ahora trae un cuaderno y algo para escribir.
La bañera está casi llena. Se para frente al espejo, está empañado, lo limpia con su mano y se refleja.
Apoya el cuaderno en el mueblecito ubicado al final de la bañera. Busca una toalla de mano y la coloca cerca.
Se mete en el agua. Tibio. Se hunde, se enjabona. Primero las piernas, luego los brazos, el vientre y su pecho, se hunde y se enjuaga. Se queda un rato pensando, en el vapor le cuesta respirar.
Toma la toalla y se seca las manos. Agarra el cuaderno con las manos apenas húmedas.
Lo deja en su lugar.
Se revuelve en el agua, se hunde, patalea, mira sus manos arrugadas por el agua, tiene la piel blanda. La hoja sigue en blanco.
Patalea en el agua, le gusta escuchar como se rompe el silencio.
Se levanta y el agua suena como el mar, mejor dicho como cuando las olas rompen en una gran piedra. Apoya los pies en el piso frío.
Dejando huellas de agua sale
Vuelve a entrar con un cigarro encendido en la boca.
Se mete en el agua, con cuidado de no mojar su cigarro recién encendido.
Fuma. Disfruta de ver como asciende el humo, desde una mirada infantil.
Toma el cuaderno, y su cara muestra un gesto de tristeza al ver que la hoja sigue en blanco. Hace tantos años que no escribe.
Apoya la lapicera…
Escucha un ruido extraño…
Luego de 50 años, en una tarde de otoño, una niña revisa una caja llena de fotos y papeles, quizá periódicos o cartas. Curiosa revuelve, esperando encontrar algo que la satisfaga. Revuelve. Fotos viejas, nada más. En un costado de la caja encuentra un cuaderno negro, en la tapa dice Mis notas. Lo abre y está en blanco la primera página. Lo revisa, nada, en blanco. Pero descubre que en la última página en un rincón hay algo escrito. Le cuesta entender la letra…
“Jamás volveré
Inmersa en un mar de dudas estoy
Me pregunto si podrás hacerlo.
Me impacienta la idea de volver a verte.
Pero no, esta es la última vez que te escribo,
Que te recuerdo, que te imagino, que te siento.”


Virginia Gallo

2 comentarios:

Verónica Pena dijo...

WOW. Es increíble este relato. La primera parte, tan bien escrita, mínima, deliciosa, hasta que pasan los años y se encuentra su libreta hace que lo que sigue no sea nada obvio. Ese momento de no escritura, de trabajo en el olvido no es trilladamente lacrimógeno sino incierto, casi irónico. Y todo porque viene detrás de ese increíble baño, lleno de sensaciones minuciosas.

Qué bueno, qué bueno.

Lluvia de sibilantes dijo...

Coindido con Verónica: wow.
Me encantó, Virginia.
Lo leo y se me escribe una poesía en la cabeza y hasta imágenes. Qué hermosa inmersión!
Silvina