lunes, 16 de febrero de 2009

La lectura: escena I

Mi espacio “íntimo” de lectura

Vivir en Hurlingham y trabajar en el Microcentro fue mi rutina durante muchos años: tres horas diarias de mi vida arriba de trenes y subtes, un tiempo muerto, irrecuperable. De pie la mayor parte de las veces, otras, sentada, mi única revancha era la lectura.
Recuerdo la muerte absurda de Juvenal Urbino, intentando recuperar al loro escapado de su jaula, en “El amor en los tiempos del cólera”; me parece que ocurrió entre las estaciones Martín Coronado y Bosch. O el final de una novela de Osvaldo Soriano, “La hora sin sombra”, esta vez entre Once y Morón, Ferrocarril Sarmiento. Lloré sin pudor, si total, ¿a quién le podía importar en ese vagón repleto?
Pero lo que recuerdo más vívidamente es la lectura de “Palabras iniciales” de Roberto Fontanarrosa. Me senté en Lacroze y apenas comencé con “Puto el que lee esto…” no pude parar de reírme, pero con todo el cuerpo, me sacudía de risa, a carcajadas. Y bueno, el tipo que dormía sentado al lado se despertó y me fulminó con la mirada. ¡Qué impertinente!... ¡dormir en el tren cuando una lee a Fontanarrosa!

Laura Aliaga (T.T.)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

jaja

Así es la vida del que viaja en tren.. a mi me dió una revancha el poder ir al Joaquin en tren, porque en el colectivo me marea leer.. pero en el tren no, será porque se mueve menos, no sé.. :D

Anónimo dijo...

Laura ¡¡¡qué bonito texto!!!
El recorrido que hacés de tus lecturas, se acompaña de un recorrido real(?), en tren (me gustó mucho ese juego).
Además còmo lo cerrás, me encató eso de la impertinencia del dormilón...
Gracias.

eva d. ayudante del TN

Anónimo dijo...

Gracias, no había visto ni el texto publicado, ni los comentarios... Gracias Juan Ruiz, gracias trev. Estoy contenta porque el curso me ha dado nuevos deseos de escribir.
Saludos cordiales!
Laura Aliaga