miércoles, 18 de febrero de 2009

La lectura: escena II

Era nuevo. Mi hermana y yo lo percibimos muchos antes de que mi mamá lo dejara sobre la mesa. ¡Sí! Un libro nuevo. Una nueva historia a la espera de ser descubierta. Pero… ¿quién sería la primera en leerlo? ¿Mi hermana o yo?
Como cazadoras en busca de una nueva presa, olisqueamos el aire hasta sentir que nos embriagábamos con el aroma a novedad, la esencia de las páginas y la cubierta. Corrimos hacia él casi, diría, con las bocas echas agua. Como dos duelistas nos enfrentamos, una delante de la otra y, por supuesto, libro de por medio.
Los ojos de mi hermana se desviaron de mi rostro para contemplar fugazmente, pero con anhelo, el preciado libro del cual no sabíamos ni su título. Sin embargo, poco importaba.
Como buena tramposa, me arrojé sobre él. Casi lo tenía sobre mis manos hasta que esa mujer (sí, mi madre) vil y cruel me lo arrebató antes.
— Es mío, por lo tanto lo leo primera.
Se encerró en su pieza sin voltearse siquiera. Mi hermana y yo nos miramos. La supervivencia del más fuerte. En este caso nuestra madre.
Magalí Varela

3 comentarios:

kit sch dijo...

¡Esto es lo que nos contaba Lucía Fortunato acerca de su propia tarea de madre-que-quiere-que-sus-hijos-le-lean!
y añadía: "dejarlo en la mesa y si es posible mencionar que finalmente había resultado un poquito más subido de tono de lo que esperaba" como receta infalible para que sus hijos corrieran a apoderárselo
buenos recuerdos
un beso

Laura Blanes dijo...

Tuve exactamente el mismo recuerdo...

Para que se entienda, esa frase nos la dijo nuestra profe de Expresión oral y escrita en primer año. Era su método para contagiar a sus hijos el gusto por la lectura.

Anónimo dijo...

naaa!! buena esa!! Ya la usaré.. :-D